por Psic. Esther Guadarrama Benavides.
El tema
central de la existencia humana es el amor y el desamor; nuestras vidas giran
entorno a la calidad o falta de la misma en las relaciones de pareja.
Florecemos ante un amor nuevo y nos marchitamos cuando el amor muere por causa
natural o de un solo golpe. Los crímenes más grandes se han cometido en nombre
del amor, así como las más bellas creaciones, como por ejemplo, la construcción
del Taj Majal.
El amor,
centro de nuestro universo y concepto tan complejo de definir, el cual
seguramente nos daría tema para varios debates, al menos en su definición, y
aun así no seríamos capaces de abarcar todas sus aristas. Todos lo hemos
sentido al menos una vez, al menos de una manera. Pero el inicio del amor no se
encuentra en el exterior; el amor debe comenzar por dentro. Como diría hace
tantos y tantos años Novalis: “el verdadero viaje es hacia el interior”. Sólo
aquí es que podemos comenzar el camino hacia el amor.
Comencemos
entonces con el primer paso de este viaje hacia el interior. Cuando
nacemos, el niño es perfecto, todos los teóricos y filósofos coinciden en que el
niño es perfecto, es un ser libre, cálido y abierto al conocimiento, pero
cuando vamos creciendo, todo va cambiando, nos vamos llenando de prejuicios y
de “aprendizajes” que en mucho van dificultando nuestro camino.
Con algo muy
simple, como el primer susto, basta para invertir nuestra respiración. Observa
un niño pequeño y ve cómo respira, cuando inhala infla su pancita y cuando
exhala la desinfla, es muy claro en ellos. Ahora observa tu respiración y te
darás cuenta que es justamente al revés. Entonces ¿qué pasó? Cuando te
asustaste por primera vez la respiración se invirtió, impidiendo que puedas
utilizar toda tu capacidad pulmonar. Ahora detente un poco, si respiras poco y
el oxígeno es vida, entonces no estás haciendo que la vida misma llegue en su plenitud
a ti, es como negar la vida misma. El que respira corto, vive corto y con
angustia, lleno de miedos. Así que comienza por respirar adecuadamente, poco a
poco entrénate en regresar a la respiración básica, inhala e infla tu vientre,
exhala y desínflalo (no demasiado porque te vas a hiperventilar y no me lo vas
a agradecer). Te puedo asegurar que con el tiempo (y no será mucho) podrás ver
cómo cambia tu forma de ver la vida, simplemente, por el hecho de respirar
correctamente.
Es entonces
en la infancia, donde nos ocurren eventos muy importantes, si bien infancia no
es destino, sí podemos decir que nos define en mucho. Nuestros traumas más
grandes provienen de ahí y nuestras alegrías más grandes generalmente también.
Recuperar al niño interior es una labor que no podemos dejar de lado. Una cosa
es cierta, no podemos cambiar lo que sucedió, no podemos editar nuestra
historia, pero sí ayudarnos en lo que podamos y recuperar a este niño interior;
es la labor básica en la reconexión con nosotros mismos.
Pongamos
manos a la obra en la recuperación de nuestro niño(a) interior. Visualiza una
escena difícil de tu infancia, busca una imagen como si fuera una fotografía
del momento más difícil de este evento. Ahora con mucho cuidado, haz lo
siguiente: Como si te pudieras meter en la foto, permanece en tu forma de
adulto y entra a esta escena, pero no como niño, sino como adulto y colócate
enfrente de tu niño(a) y dile lo siguiente: éste no es el lugar, éste no es el
momento ni la forma de morir (repítelo tres veces, por fuerte que suene esta
frase, el niño(a) interior se quedó aquí petrificado por el pánico de la
sensación de poder morirse ante el evento sucedido) y continúa: ven conmigo, te
necesito, no es necesario que estés más en este lugar, yo te voy a cuidar,
ahora yo soy tu mamá (o papá si eres hombre). Invariablemente el niño(a) querrá
irse contigo, abrázalo y tráelo al presente. Dale la bienvenida a casa, que tu
abrazo sea cálido, demuéstrale tu cariño y tu aprecio. Finalmente imagina cómo
entra en tu cuerpo físico. Haz este
ejercicio con sumo cuidado y conciencia, verás lo poderosamente sanador de él.
De esta
manera, puedes ir recuperando una a una aquellas partes de tu niño(a) perdido
en tu historia. Te repito, no se trata de cambiar la historia, no podemos; se
trata de recuperar las partes de ti que se han quedado en los eventos, son
partes de nosotros que se han quedado olvidadas en estos lugares; e ir por
ellos, es la parte más importante para comenzar a verte, para reconectarte.
Algo que
puede ayudarte es buscar una foto de cuando eras niño(a) y colocarla en el buró
junto a tu cama. En la mañana dale los buenos días y pídele que vaya contigo.
Comienza una nueva relación con este niño(a) que has dejado de lado. Si tienes
hijos, juega con ellos desde ahí, desde tu niño(a) interior.
¿Y por qué
es tan importante? Porque nuestro niño interior es el responsable de nuestra
creatividad, de la capacidad de asombrarnos con los detalles de la vida, es la
parte que cree en los milagros, que construye sueños, para quien el cuerpo
físico no es un límite para crear. Es la parte de nosotros que se ríe, que
juega, que es capaz de dar la mejor cara ante la peor adversidad, que en un
montón de desechos es capaz de ver una obra de arte. Este niño es el
responsable de los más grandes descubrimientos de la humanidad, de los
adelantos, la tecnología y todo lo bello que tenemos. El niño(a) interior es
quien ríe, se goza con lo pequeño, puede ver la naturaleza y asombrarse de las
estrellas, la luna, el amanecer, el volar del colibrí, la esperanza de una
mariposa blanca que se sobrevuela por el hombro.
El niño(a)
interior eres tú en tu forma más pura, más inocente, sin corrupción alguna. Es
la mejor cara de este mundo, la capacidad de darnos por completo, de
sonreírnos, de voltearnos a ver y entender que la vida está hecha de
pequeñísimos detalles y que lo bello de la vida no precisamente está en las
cosas tan grandes y complejas sino en las simples, en una sonrisa, en saborear
un dulce o un helado, en dar un abrazo y ser abrazados, en simplemente decir
buenos días con una sonrisa.
El niño(a)
interior es la expresión más pura del amor, un amor sin expectativas, sin
prejuicios, el amor que de inicio puedes darte a ti mismo, para entonces estar
en la disposición de darle amor a los demás, nutriéndote de la fuente de este
niño(a) interior. ¿Quién no ha gozado brincar en los charcos bajo la lluvia? ¿Quién
no ha gozado capturando un insecto? ¿Quién no ha disfrutado tanta simpleza y al
mismo tiempo tan grande amor?
Ámate en lo
sencillo, recupérate y permite que el flujo del amor comience por tu interior.
Este es el primer paso del retorno al amor.