Por:
Psic. Esther Guadarrama Benavides
La
gran ganancia de la edad adulta es la independencia, palabra que conlleva, para
comenzar, el hecho de haber ganado una identidad, es decir, saber quiénes somos
pudiendo diferenciarnos de nuestra familia nuclear (padre, madre y hermanos)
determinarnos más allá del entorno y delimitando lo que soy de lo que no soy.
En este sentido, el tema principal es la responsabilidad de nuestros actos y
sobre todo la responsabilidad sobre nosotros mismos. La independencia física,
es decir, dejar de vivir en la casa paterna es sólo la manifestación física de
un movimiento emocional que se dio mucho antes. Es sólo la cáscara de un
proceso de maduración mental y emocional. Al menos en teoría así debería
funcionar.
¿Pero
qué sucede cuando un hijo sale de casa, pero la casa no sale de él? Este sí que
es un problema, porque la distancia física no es el resultado de batallas
ganadas en madurez, sino una travesura, puesto que se sigue manteniendo el
cordón umbilical, sobre todo de los hijos con las mamás, lo que comúnmente
denominamos “mamitis”. Este proceso tiene su historia, obedece a una relación
insana entre madre e hijo, que psicológicamente denominamos Complejo de Edipo
no resuelto. El Edipo en el sentido en el que Freud lo planteó, es el
enamoramiento natural que tiene el niño con su madre; éste sirve para
identificar a la figura materna como la primera representante de la figura del
sexo opuesto, lo que ayudará a definir en el futuro la
preferencias sexual y el desarrollo de la identidad. Y por otra parte, busca la
conciliación con la figura de su propio sexo. Sin embargo, cuando la figura
paterna se encuentra ausente ya sea física o emocionalmente, la figura materna
tiene una tendencia a volcar todo su interés, anhelos y amor hacia su hijo,
quien al no poder resolver adecuadamente el Edipo, se queda fijado en él,
cuidando a su mamita querida y linda.
Esta
fusión de las figuras genera por un lado, que el hijo no pueda por preocupación
separarse de su madre, quedando la idea fija de que la madre es una víctima de
las circunstancias. El niño suple entonces a la figura paterna ausente y se
convierte a temprana edad en el “hombrecito de la casa”, lo que no es una tarea
fácil, puesto que requiere estar todo el tiempo bajo la vigilancia, cumpliendo
los deseos y caprichos de la figura materna. Por añadidura, hay un conflicto
con la figura paterna, ya sea que haya una ausencia física o emocional de dicha
figura, o en el último caso, que la distorsión afectiva de la figura materna no
permita que la figura paterna realmente se encuentre presente. Sea como fuere
el caso, el asunto es que el niño queda atrapado bajo el “supuesto cobijo” del
amor materno, negándosele el acceso hacia la figura paterna. Bert Hellinger le
denomina lealdad, que es mayor que la lealtad; la lealdad supone una alianza
insana con una figura de autoridad primaria (padre o madre) que sella un
acercamiento incondicional. De esta forma por lealdad, el niño se queda con su
mamá negando a su papá.
Es
importante puntualizar que el niño requiere de su figura paterna para poder
plantear su propia masculinidad. Requiere ser visto por su papá y verlo para
identificarse con él; de lo contrario, no existe esta figura de identificación
y no cuenta con un modelo real a seguir. En este sentido, la madre tiene todo que ver,
puesto que ya sea que la figura paterna abandonó el núcleo o la madre lo
corrió, el hecho es que no hay un padre para el niño, y por lo tanto, es la
madre quien emocionalmente castra al niño, es decir, lo imposibilita a ser un
hombre en toda la extensión de la palabra.
Nos
encontramos entonces con un niño desprovisto de padre, que queda atrapado en el
cuerpo de un adulto, cumpliendo la función social de salirse de la casa
materna, pero que no cuenta con las herramientas para hacerlo. De tal suerte,
que como mencioné anteriormente, él sale de su casa, pero su casa no sale de
él. De manera más concreta, es imposible que tenga una pareja y una familia,
puesto que ya tiene pareja, su madre; digamos que es una situación
emocionalmente incestuosa. Y en el terreno de las emociones, dos personas no
pueden ocupar un lugar al mismo tiempo. Además de esto, cuando un hijo ocupa la
jerarquía de padre, a lo que denominamos hijo parental, es entonces padre de
sus hermanos, pareja de su madre y no puede en realidad formar su propia
familia; está imposibilitado a hacerlo.
Será
entonces un padre ausente como lo fue su padre, tendrá necesidad de suplir las
carencias de su familia de base, antes que las de la familia que ya formó y
trastocará toda la jerarquía completa. Por parte de su pareja, tendrá muchas
reclamaciones que por supuesto se encuentran como dirían los abogados, fundadas
y motivadas. Y los hijos vivirán la ausencia del padre, una difícil de
conciliar, porque es más fácil idealizar a la figura que no está presente u
odiarla por el abandono, pero ¿cómo acomodas la ausencia de un padre que
físicamente sí está? De esta forma podemos ir en un hilo de generación tras
generación de ausencia de figura paterna ¿y cómo se suple? No existe una forma
determinada de suplir la figura, sólo se compensa un poco, a veces por el buen
camino con figuras complementarias como maestros, tíos, abuelos; pero la
mayoría de las veces con adicciones y otras conductas autodestructivas.
Ojalá
que las madres seamos más conscientes del daño que le hacemos a nuestros hijos,
porque el regalo más grande que podemos dar a los nuestros, es enseñarles a ser
y dejarlos que sean felices, libres, que puedan formar su propia familia, que
vayan llenos de herramientas emocionales dadas con nuestro ejemplo; libres,
para que extiendan sus alas, las usen y vuelen alto, sabiendo que siempre
pueden regresar a casa, no a una jaula que los aprisiona, coarta toda su
independencia, los castra y los limita a ser seres infelices, divididos,
incompletos. Porque no sólo se trata de que nuestros hijos estén bien
alimentados y cuidados, sino que tengan las herramientas emocionales para vivir
y ser independientes, fuerte y felices. Ojalá que no sea sólo con nuestra
muerte, que nuestros hijos puedan ser libres y vivir en paz.
guadarrama_esther@yahoo.com.mx
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